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Sunday, November 21, 2010

Templado

Cuatro paredes, suelo y un techo que impedía mirar el azul del cielo, saciado de luz. Un sol exagerado hacía que se ansiara la noche y que el paciente, el que estaba atrapado en las cuatro paredes, el suelo y el techo, se mostrara satisfecho de encontrarse en esa situación tan incomoda. El psicólogo tenía la mirada conectada a la del joven, acababa de hacerle una pregunta, ¿Quién es Enrique? Claro, suena fácil, el podía contestarle con su nombre, o describirle las actividades que hacía normalmente, pero ni una de estas respuestas la consideraba correcta.

Uno, dos, tres minutos y lo único que el muchacho lanzaba al aire eran dos palabras vacías que contrastaban con el movimiento eléctrico en su cerebro, desenfrenado, como si se estuviese proyectando una película, cuya cinta ardiera de fricción. Justo decía el joven "No sé" cuando su analista repetía la pregunta, "¿Quién es Enrique?" Obteniendo siempre la misma respuesta.

Cómo no iba a resultarle difícil al paciente contestar una pregunta tan sencilla como esa, si su  problema, el que lo llevó a caer en el sofá de ese pequeño cuarto, era la duda de que estudiaría el semestre próximo. Cursaba las últimas semanas del bachiller y no tenía ni siquiera una sola idea de que iba a pasar después. Llegaba una escena teatral a la mente cuando estallaba una canción desde adentro, misma que sonaba para una película que después se vería aplastada por una escultura, abstracta, sin algún sentido aparente. Veía en su porvenir nada más que agua revuelta y la partida.

Después de una charla que navegaba de tema en tema, el pasado, relaciones familiares y sociales, actividades cotidianas y, cada que daba una vuelta la conversación, la reaparición de la sencilla pregunta y su complicada respuesta, se podía sentir cada vez más cerca la pregunta que concluiría todo, una pregunta muy usual, pero que rara vez se contesta con la verdad. Disperso en la charla, comentando deshinibidamente sobre los temas que tocaba el analista, el momento cayó como piedra, con un golpe seco. La pregunta desorbitó al muchacho, deambulando entre posibles respuestas, pero ninguna tan real como la que salió ligera y fluida de su boca y llegó a los oídos del terapeuta. La respuesta concluyó todo, a pesar de las siguientes sesiones, que ya se notaban innecesarias.

¿Qué es lo que más te gusta hacer, lo que podrías estar haciendo todo el tiempo porque te apasiona? ¿Qué es eso?

Estar

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