Sentado al centro de la danza tribal más compleja antes vista, vacilo al momento de empezar a escribir. Es que mi temor se debe a caer en lo mismo de esta telaraña de palabras, quedar recluido en estantes, y que algún sujeto perturbado por su inmensidad, cuestione la naturaleza de la lectura.
Es entonces cuando la revolución del iletrado se alza.
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